De “esperpento” calificaba un medio madrileño conservador la fusión de música barroca y baile hip-hop que propone estos días el Teatro Real con Les indes galantes. La ópera-ballet de Jean-Philippe Rameau, estrenada en 1735 en la Ópera de París, es el último ejemplo de esta insospechada y cada vez más celebrada mezcla de dos estilos artísticos que, aunque separados por tres siglos, parecen encajar como un guante. Al fin y al cabo comparten un beat, una pulsión, un ritmo danzarín que ya era revolucionario en el siglo XVIII y que luego adoptó en el siglo XX el rock’n’roll.
“La orquesta barroca y la de rock’n’roll es la misma –confirma Josep Pons, director musical del Liceu–, la línea del bajo continuo, que puede hacerse con laúd, cello o clavicémbalo, es el equivalente al tándem batería-bajo del rock. Y la expresión, es decir, los gorgoritos del cantante barroco, acaba siendo la guitarra rockera. En tanto que expresión artística, el barroco sigue resultando super moderno. Y es más abierto, no lo fija todo en la partitura, lo que permite juego”.
En tanto que expresión artística, el barroco sigue resultando super moderno. La orquesta barroca y la de rock’n’roll es la misma”
Los elementos de tempo y rítmica los recogía el barroco de las músicas renacentistas, cuando música y danza nacían juntos. Por lo que trescientos años después, los experimentos entre este mundo y el de los bailes urbanos, aparentemente tan ajeno, están a la orden del día. Antes de la pandemia, el coreógrafo francés Mourad Merzouki acercaba a Peralada su Folia con Las cuatro estaciones de Vivaldi sutilmente reformuladas con electrónica. Aquello no tenía pretensiones argumentales y la puesta en escena era onírica y abstracta, pero entroncaba con las tarantelas italianas, la vanguardia creativa de la época, evidenciando con fuerza los vínculos entre estilos y géneros.
En Francia hace ya años que compañías de hip-hop juegan a 'samplear' fragmentos como el ‘Claro de luna' de Beethoven”
“En Francia ya hace muchos años que compañías de hip-hop, tanto francés como americano, han comenzado a jugar con músicas clásica, sampleando fragmentos como el Claro de luna de Beethoven, para hacer el ritmo básico de una melodía superconocida”, apunta la directora del Mercat de les Flors, Àngels Margarit. Para ella, uno de los primeros coreógrafos de danzas urbanas que hizo “cosas maravillosas con barroco” fue el brasileño Bruno Beltrão. “Él reivindicó una dignificación del hip-hop, vio que se podía bailar de todo y con un nivel de virtuosismo y de abstracción brutal”, asegura.
Hace tres décadas
El origen francés de la combinación de estilos
No es por casualidad que la liaison entre música barroca y bailes hip-hop haya tenido su origen en la Francia de los años noventa. El país vecino vivía un momento de euforia de la música versallesca: se habían consolidado muchos conjuntos historicistas que sacaban los colores originales y los aires danzabile a partituras de Lully, Couperin, Marais, Rameau... Lo cual coincidía en el tiempo con la entrada del hip-hop en la red francesa de Centros Coreográficos. Artistas de origen magrebí o subsahariano se iban situando al mando de algunos de estos centros de creación... y su encuentro con el barroco era solo cuestión de tiempo.
Pero no todo se ha quedado en los escenarios dancísticos: la Ópera de París no tardó en dejarse conquistar y a estas alturas ya no concibe el barroco sin danza hip-hop. El pasado enero, el legendario Peter Sellars emocionaba en la Garnier con el montaje de un Castor & Pollux de Rameau bailado al estilo flexing o bone breaking de Brooklyn, que simula fracturas corporales, con brazos y columnas hiperflexibles capaces de contorsionismos.

Los solistas y los miembros del Choeur de Chambre de Namur se situaron en distintas partes del teatro en el Real
Pero la campanada la había dado ya París cuando en 2019 estrenó en la Bastille la citada Les indes galantes, cuyo libreto ensalza la dominación francesa del mundo, con alusiones a Turquía, a Perú y a bosques americanos, pero con un tono amable y de condescendencia con aquello salvajes colonizados que viven historias de amor tan enternecedoras.
“Todo está planteado para transmitir la idea de que la dominación era dulce y agradable, es decir, casi el epítome de lo políticamente incorrecto. Pero ahí está Bintou Dembélé para darle la vuelta a la obra”, afirma Joan Matabosch, director artístico del Real.
Reacción negativa en Francia
La ópera, como los museos, ha vivido también su descolonización en París con ‘Les indes galantes’ de Bintou Dembélé
La coreógrafa y pionera del hip-hop comprendió el carácter vanguardista de Rameau y se propuso trasponer esta vanguardia a la actualidad, mostrando el punto de vista de los colonizados. Y lo hizo desde la fuerza del voguing y el waacking, y desde la rabia del krump, como se denomina el baile ritualista y de potencia física que practican los jóvenes de los suburbios de Los Ángeles, como expresión de su descontento y respuesta al abandono en el que viven (algo que documenta bien David LaChapelle en el filme Rize, sobre la cultura y la competición entre bailarines de clown y de krumping).

Músicos y bailarines comparten la escena
Con dirección escénica de Clément Cogitore, Les indes galantes de Dembélé obró un exorcismo en París y fue un hito en la historia de la Bastille. Allí bailaban los descendientes morales de aquellos esclavos del siglo XVIII, representantes de los desposeídos de este mundo. Y lo hacían al ritmo de la música versallesca de sus dominadores. La propuesta tuvo una reacción espectacular, pero no por parte de algunas críticas francesas, que desdeñaron la propuesta, por vulgar. La ópera, como los museos, vivía su descolonización.
Es una dramaturgia sorprendente que aporta una nueva pertinencia: pone de manifiesto la violencia de relaciones de dominación”
“Se trata de poner al desnudo la violencia que esconde esa danza de los suburbio –prosigue Matabosch–. Y todo haciendo evidente la confrontación entre una música patriótica cargada de una ideología a la vez nacional e imperialista frente a una danza surgida de los márgenes, portadora de la experiencia de la agresividad de las dominaciones y de las reivindicaciones de emancipación. Es una dramaturgia absolutamente sorprendente que aporta una nueva pertinencia. Porque pone de manifiesto la violencia de relaciones de dominación que estructuran nuestro presente, interrogando a la vez sobre nuestra elación con ese pasado barroco, sobre lo ideológico que hay tras la admiración que sigue suscitando”.

La escena final con baile Krumping en el Teatro Real
Pero lo que ha llegado al Real no es la producción de París sino un “concierto coreográfico” que se inspira en ella y que recorta casi una hora de música. Ahí Dembélé ha querido dejar atrás el dolor y rechazo que ha sentido en Francia y ha reducido el krumping a la mínima expresión, convirtiendo la rabia en una emocionante propuesta de “reconciliación de los pueblos” y de integración de lo marginal que causó furor durante los diez minutos -¡diez!- de aplausos finales que levantó en Madrid.
La versión del Real
Dembélé ha querido dejar atrás el dolor y rechazo y ha reducido el krumping, convirtiendo la rabia en una reconciliación de los pueblos
El maestro argentino Leonardo García Alarcón -que se ha convertido así en el primero en estrenar una producción de una ópera de Rameau en España, al frente de la Cappella Mediterranea y del Choeur de Chambre de Namur- explicaba cuán milagroso le pareció que la presencia de esos bailarines hiciera revivir al compositor y su partitura. Hubo alguno que se le acercó el primer día para preguntarle si era él el señor Rameau, lo que, lejos de revelar ignorancia, supuso para el músico un balón de oxígeno. “Estábamos presenciando un milagro”, dice.

El tenor Mathias Vidal y la soprano Ana Quintans en 'Les indes galantes'. Completaban el reparto Julie Roset y Andreas Wolf
Luego García-Alarcón siguió mostrando fragmentos de esas Indes galantes por todo el mundo, provocando siempre la misma conmoción. “Fue así que me propuse continuar la aventura y proponer a Bintou repetir las condiciones pero desarrollando una nueva forma de 'concierto coreográfico', una forma que nos permitiera explorar libremente la relación entre bailarines y cantantes, para seguir amando y hacer que otros amen este increíble vínculo que se ha tejido entre la danza y la música”.
La forma de capturar la danza, la música y la voz, para mí es un diálogo entre el cuerpo, el alma y el espíritu”
Porque como comentaba la propia coreógrafa al final del estreno en el Teatro Real, “es la profesionalización la que puso la danza en un lado, la música en el otro y el canto en otro. Pero siempre han ido juntas. Y yo invito a la gente a volver a un lugar de comunión”.
¿Qué les pide a los bailarines de su compañía Structure Rualité a la hora de trabajar en Les indes galantes ?

Saludos finales con el director musical Leonardo García-Alarcón y la coreógrafa Bintou Dembélé
“Investigué mucho para poder comprender los lugares de silencio, y cómo nuestros bailes, nuestras canciones y la forma de hacer música son una manera de contar la historia que no se ha contado. Así que la forma en que capturamos la danza, la música y la voz, para mí es un diálogo entre el cuerpo, el alma y el espíritu. Y por lo tanto, tiene un trabajo de intuición, tiene un trabajo de escucha, pero también un trabajo de silencio, de detenerse, de suspensión, porque hay cosas que surgen por sí mismas. Hay cosas que necesitan salir. Es lo que intento hacer con los bailarines, es como si encarnaran algo, intentan sentir que son llevados por estas historias”, concluye.