“El cáncer también se respira”

Tengo 76 años y me siento muy bien. Nací en Mallorca y vivo en Barcelona desde los 18 años. Presido la Fundación Catalana de Neumología y paso visita en consulta privada. Casado. Tuve dos hijos, mi hija falleció, cuatro nietos y dos perros. Siempre voto a los solidarios. Me considero darwinista y evolucionista. (Foto: Ana Jiménez)

Ferran Morell,neumólogo, fue jefe del servicio de neumología de Vall d’Hebron durante 46 años

¿La contaminación mata?

Muchísimo. Nueve millones de personas al año en el mundo y en España unas once mil. Mata más que el sida, la tuberculosis o la malaria.

Infartos, ictus, EPOC...

Incluso cáncer de pulmón en personas no fumadoras. Respirar aire sucio desde que naces te recorta la vida.

¿Qué aire es ese?

El que respiramos cada día en ciudades como Barcelona. He visto estudios sobre embarazadas: la polución altera el desarrollo neurológico del feto. Esto no es sostenible.

¿Cómo debo cuidar mis pulmones?

Evite el tabaco, haga ejercicio suave (andar basta), vacúnese, hágase un TAC aunque fume poco, el cáncer es silencioso y traidor, y por favor no corra por la Diagonal.

Pues está muy en boga.

Respiramos 18 veces por minuto, pero
al correr subimos a 40 veces por minuto.
Eso multiplica la exposición a la polu-
ción. Es como beber aire contaminado
con pajita. Los pulmones lo filtran todo, pe-ro no son in­vencibles. Correr por calles con
tráfico como la Diagonal es un cóctel tóxico.

¿Dos cigarrillos al día son peligrosos?

Sí. Las mujeres japonesas casadas con fumadores tienen el doble de cáncer de pulmón que las que no conviven con humo. El tabaco es una barbaridad, y la polución, otra. Hoy sabemos que mata más que el sida, la malaria o las guerras.

Estuvo al pie del cañón cuando todo el mundo fumaba.

Sí, incluso los médicos fumaban. Yo dejé de fumar a los 27 cuando vi lo que pasaba. El 45% de la población fumaba. Hoy es el 21%.

Fue pionero en el primer trasplante pulmonar con éxito en España.

Lo hicimos posible tras cuatro años comprando cerdos para entrenar a los cirujanos y viajando para aprender. Nos adelantó un equipo en Madrid, pero su paciente murió al día siguiente.

Ustedes operaron a una joven de 18 años con éxito en 1990.

Un cirujano inglés me dijo: “El primero no es quien lo hace, sino quien lo da de alta”. Hoy llevamos más de 1.600 trasplantes.

La contaminación es ubicua.

Los plásticos, el metano de los animales de granja, coches, aviones, barcos, el radón que emana del subsuelo, el plomo de las baterías…, todo suma y todo se respira.

¿Qué ha entendido como médico, después de 50 años ejerciendo con intensidad?

Que el tiempo con el paciente es clave. No se puede ejercer medicina en diez minutos por paciente. Eso es criminal. Los errores cuestan vidas y dinero público. La medicina se está deshumanizando y atrapando en burocracia. Yo dedico hora y media a cada visita. Es la única forma decente de trabajar.

Habrá hecho amigos.

Ser médico es un privilegio. Ayudar y que te lo agradezcan es impagable. Tengo miles de pacientes, y sí: muchos ya son amigos. Es una suerte. Pero también he aprendido que la vida es muy frágil.

¿Existe el ojo clínico?

Sí. Pero no es intuición mágica. Es estudio, horas de lectura, experiencia acumulada. Saber escuchar. Tener tiempo. Sin historia clínica el diagnóstico falla el 75% de las veces.

¿Cómo vivió la enfermedad de su hija?

Fue durísimo. Era un cáncer de ovario borderline. La operamos, parecía superado, pero recidivó a los siete años. Empezó entonces una batalla de ocho años más. Lo intentamos todo. Consulté con los mejores especialistas del mundo. Ella nunca perdió la esperanza,
y yo, sabiendo que era muy grave, tampoco
se la quité. Falleció hace seis años.

No hay consuelo para la pérdida de hijos.

La vida no es justa, pero puede ser digna. Morir­ a los 50, con cultura, amor y una vida plena, es más de lo que tienen millones, esto me ayudó a colocar el dolor en perspectiva, aunque duele igual.

¿La muerte le reconcilió con el misterio?

Con nada. Me reafirmó en que no hay más que esto. Que nuestra tarea es dejar el mundo un poco mejor. No creo en el cielo, ni en milagros, pero sí en cuidar a los que tenemos cerca, y en ayudar a los que vienen detrás.

¿Sònia no está en ninguna parte?

No. Como decía la propia Sònia, somos como ovejas en el campo, un día se mueren y se acabó. Por eso hay que centrarse en dejar este mundo mejor de lo que lo encuentras. Lo demás no me interesa.

¿Qué merece la pena en la vida?

La solidaridad, que es lo que nos ha permitido evolucionar. Vivimos gracias a que nos cuidamos los unos a los otros. Ayudar sin esperar nada a cambio da mucho.

¿Y qué le ha decepcionado?

La insolidaridad cotidiana. Esa persona que aparca ocupando dos plazas para que no le rayen el coche, ese egoísmo minúsculo que es el gran destructor de lo común; es ahí donde se empieza a romper la sociedad.

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