Yashmina Benítez, gestora de colonias felinas: “Si no puedes ayudar, al menos no estorbes, déjanos ayudar a nosotras; no es poco lo que hacemos para que sean invisibles frente a muchas personas que no soportan la presencia de los gatos”

Testimonios

Durante años, Yashmina Benítez no pudo tener gatos en casa debido a una alergia severa. Actualmente, a sus 46, convive con tres compañeros gatunos: Salem, Lilith y Lluna

Además, gestiona cuatro colonias felinas junto a su compañera Marisa y coordina otras cinco

A sus 46 años, Yashmina Benítez gestiona cuatro colonias felinas.

A sus 46 años, Yashmina Benítez gestiona cuatro colonias felinas. 

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Hay personas que sueñan con viajar, con ganar la lotería o con tener una casa con piscina. Y luego está Yashmina Benítez Ballesteros, que sueña con algo aparentemente mucho más solidario: que los gatos de la calle vivan dignamente. Lo curioso es que todo empezó con un gato que, quizá, nunca existió.

“Yo juraría que tuve uno de pequeña”, dice riendo. “Era negro, pequeñito, jugaba conmigo... pero mis padres dicen que jamás tuvimos un gato. Quizá lo soñé, pero para mí, fue real”. Ese recuerdo, real o imaginado, sembró una semilla. Años más tarde, tras descubrir que su alergia le impedía tener gatos en casa, Yashmina decidió que, si no podía convivir con ellos bajo un techo, los cuidaría en la calle. Así empezó su historia como gestora de colonias felinas en Tarragona.

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Lo cierto es que, durante años, una alergia severa le impidió tener gatos en casa. Pero en lugar de rendirse, decidió acompañarlos en la calle. Así empezó su camino en el mundo de las colonias felinas, primero ayudando a alimentar y poco a poco tomando las riendas. Aprendió a capturar, a esterilizar, a gestionar incidencias, a calmar tensiones vecinales... y sobre todo, a tejer vínculos. Hoy, gestiona junto a su compañera Marisa cuatro colonias, y coordina con otras compañeras cinco más. Un trabajo que no sería posible sin el apoyo de su familia, especialmente de su hijo, que la acompaña cada día cargando agua y pienso.

Pero más allá de las tareas prácticas, lo que realmente sostiene este compromiso es la red emocional y colaborativa. Yashmina pertenece al grupo Pardita, nacido del rescate de una gata enferma y con el cariño de quienes han aprendido juntas a gestionar colonias con rigor y empatía. “Gracias a Pardita he aprendido, he enseñado y he sentido que no estoy sola”, explica. La reciente creación de la coordinación de la comunidad de cuidados felinos en colonias, con Mishilovers como apoyo municipal en Tarragona, ha permitido unir a personas cuidadoras de diferentes asociaciones y reforzar la sensación de equipo y apoyo mutuo. “Da igual de qué asociación vengas, allí nos encontramos todas; es una red solidaria y abierta”.

Salem, uno de los gatos de Yashmina.

Salem, uno de los gatos de Yashmina. 

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La organización entre gestoras se realiza a través de grupos de WhatsApp. Desde los propios de las asociaciones hasta grupos específicos para coordinar capturas, tanto las financiadas por el Ayuntamiento como las autogestionadas. Todo se planifica: la captura, la pernocta, el traslado, el postoperatorio y el retorno. Una red sólida que, además de eficiencia, aporta humanidad y calor.

Esta red no solo mejora el bienestar de los gatos, también reduce la sobrecarga emocional de las cuidadoras. Saber que hay alguien al otro lado, que te comprende y te ayuda a resolver problemas que una sola no podría abordar, marca una gran diferencia.

Las instituciones, aliadas necesarias

Yashmina ve con buenos ojos el cambio de actitud del actual Ayuntamiento de Tarragona. “Percibo más implicación, más ganas de hacer bien las cosas”. Sin embargo, queda mucho por hacer con la educación ciudadana. “Aún se nos ve como las locas de los gatos, pero somos una red de voluntarias que merecemos respeto, reconocimiento y recursos mínimos para hacer bien nuestro trabajo”.

En ese sentido, pide materiales adecuados para capturas, más pienso subvencionado, y sobre todo, que se trate a las voluntarias como lo que son: colaboradoras ciudadanas comprometidas con una causa pública que ayuda a todo el mundo con su labor de gestión de poblaciones felinas.

He vivido mucha impotencia, pero cuando juego con los gatos que tengo en casa, recuerdo por qué sigo aquí

Yashmina Benítez

El método CER (Captura, Esterilización, Retorno) es una de sus especialidades. No basta con poner una jaula y esperar. “Hay que preparar el lugar, conocer a los gatos, usar un reclamo que asocien contigo… yo uso el sonido de mis llaves”. La planificación es milimétrica: se organiza la captura, la pernocta, el traslado al veterinario, el postoperatorio y la liberación en el mismo punto.

Explica que tienen que ser jaulas cómodas para un gato adulto, fáciles de manipular y con cierre seguro. Se cubren con telas opacas, se colocan cartones en la base y cebos de comida húmeda. “Hay que tener paciencia, esperar desde un punto donde no te vean, evitar cruzar miradas y actuar con rapidez cuando entran”. Además, se coordina con veterinarias para optimizar los huecos y no perder ninguna oportunidad. Y aunque prefiere no entrar en debates controvertidos como la esterilización de gatas gestantes, sí deja claro que el control ético de las colonias es clave para frenar la superpoblación y mejorar la convivencia.

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Según Yashmina, a veces lo más duro no es el trabajo físico, sino la carga emocional que conllevan las pérdidas, la indiferencia de algunos o la lucha constante contra el abandono. “Buf... cuántas lágrimas y cuánta impotencia he vivido, pero cuando los veo bien, cuando juego con los que tengo en casa, recuerdo por qué sigo aquí”.

Esa conexión con los gatos —con su calma, su amor silencioso, su presencia constante— es lo que le devuelve el aliento. Y también la comunidad. “Cada una hace lo que puede, algunas con problemas de salud, otras con limitaciones horarios, muchas con recursos económicos limitados… pero todas colaboramos de alguna manera: en el terreno, económicamente, o simplemente con palabras de aliento”.

La historia de superación de Salem, su primer gato

“Mi experiencia más bonita fue cuando rescatamos a Salem, mi primer gato. Negro, por supuesto”, ríe. Fue rescatado con apenas un mes de una alcantarilla, justo antes de unas lluvias fuertes. Contra todo pronóstico, Yashmina logró tenerlo en casa, y con él descubrió que su alergia ya no era tan severa. Salem no llegó solo: después vinieron Lilith y Lluna.

“Tenemos la imagen del gato callejero como sucio y agresivo, pero no es así. Son limpios, organizados, y muchos se pueden sociabilizar. Con tiempo, atención y cariño, todo cambia”. A quienes aún no entienden su labor, les pide al menos respeto. “Si no puedes ayudar, al menos no estorbes, déjanos ayudar a nosotras; no es poco lo que hacemos para que sean invisibles frente a muchas personas que no soportan su presencia”.

Si no puedes ayudar, al menos no estorbes, déjanos ayudar a nosotras

Yashmina Benítez

Aunque no lo llama santuario, Yashmina sí tiene un deseo a largo plazo: crear un lugar en semilibertad para gatos vulnerables, mayores o enfermos que no puedan vivir en la calle, pero tampoco encuentren adopción. Un espacio digno, tranquilo, donde recuperarse, convivir, y quizás, encontrar una familia. Un espacio que honre la vida de quienes nadie ve. Un espacio donde ella, y muchas otras, puedan seguir cumpliendo el sueño de cuidar, sin pedir permiso, a quienes más lo necesitan.

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