Vicky Vives Moya, veterinaria: “Es mejor tener PIF que cáncer; con tratamiento, la mayoría de los casos en gatos tiene buen pronóstico”

Cuidado animal

Pese a contar con un tratamiento eficaz, la peritonitis infecciosa felina sigue siendo una sentencia de muerte para muchos gatos en España por trabas legales y falta de información

Vicky Vives y Benji superviviente de PIF

Vicky Vives y Benji superviviente de PIF

Vicky Vives

Vicky Vives Moya es licenciada en Veterinaria por la Universidad Autónoma de Barcelona (1996) y gerente de la clínica Maricel Veterinaris , en El Masnou (Barcelona), acreditada como Cat Friendly Practice. Desde 2020, tras tratar con éxito a su propio gato Benji, ha asesorado a más de 500 casos de peritonitis infecciosa felina (PIF) en su clínica. Ha impartido ponencias sobre la enfermedad en diversos colegios veterinarios y congresos, y en 2024 presentó un estudio conjunto con el Hospital Veterinario de Bellaterra sobre 89 gatos tratados con el antiviral GS-441524.

Para quienes no están familiarizados con la enfermedad, ¿qué es exactamente la PIF y qué la causa?

La PIF está causada por el virus de la Peritonitis Infecciosa Felina (VPIF), una mutación del coronavirus felino entérico (FCoV). Afecta a un 0,5 % de la población y es más frecuente en gatos de entre 4 meses y 1 año y medio de edad.

El FCoV es muy contagioso (a diferencia del VPIF) y está presente en un gran porcentaje de gatos de forma natural. En presencia de ciertos factores, adquiere la capacidad de salir del intestino, donde reside normalmente sin causar daños graves, e invade el resto del organismo, ocasionando lo que llamamos PIF.

Para explicarlo de una forma fácil, el FCoV adquiere la capacidad de infectar a unas células del cuerpo que pueden moverse libremente por todo el cuerpo y las usa como vehículo para llegar a riñones, pulmones, corazón, páncreas, cerebro, columna vertebral, ganglios y el resto de órganos que pretende dañar. El sistema inmunitario es incapaz de reaccionar de forma eficiente.

El VPIF provoca una inflamación grave y mortal a nivel de los vasos sanguíneos (vasculitis), que causa una enfermedad generalizada con formación de piogranulomas (nódulos sólidos compuestos por células inflamatorias), conocida como PIF “seca o no efusiva”, y/o acúmulo de líquido inflamatorio en diversas cavidades corporales (abdomen, tórax), conocida como PIF “efusiva”.

Parece que hoy en día hay un aumento de casos, pero realmente siempre ha existido. Las nuevas técnicas de diagnóstico y la implicación por parte de los tutores y los veterinarios han hecho que cada día se salven más gatos afectados. Además, las redes sociales han contribuido enormemente a la difusión y tratamiento de esta enfermedad.

Es demoledor saber que existe una cura que alcanza más del 95% de efectividad, pero no se puede comercializar en nuestro país

Vicky Vives y Benji superviviente de PIF
Vicky Vives Moyaveterinaria

Durante muchos años se consideró una enfermedad mortal, ¿sigue siéndolo? ¿Qué ha cambiado en su abordaje en los últimos tiempos?

Sin tratamiento, se trata de una enfermedad mortal y devastadora, con gran impacto psicológico a nivel de los cuidadores que ven a sus gatos consumirse sin posibilidad de cura.

Por suerte, grandes investigadores del mundo de la medicina veterinaria han invertido años de su vida —o su vida entera, ¡diría yo!— al estudio de esta patología, y en 2019, el Dr. Niels Pedersen, de la Universidad de California Davis, publicó varios estudios demostrando la efectividad del antiviral Remdesivir y su principio activo, GS-441524.

Como veremos más adelante, estos fármacos se encuentran disponibles de forma legal en algunos países o de forma “no aprobada/no legal” vía online.

El antiviral que cura la PIF existe y funciona, pero no está aprobado en España: “Estamos condenando gatos a morir”

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¿A qué gatos afecta más frecuentemente la PIF? ¿Hay factores de riesgo concretos?

Los estudios científicos han demostrado que más del 80 % de los gatos puede presentar en algún momento de su vida infección por coronavirus entérico. Es decir, hablamos de un virus muy extendido entre la población felina. Por suerte, no todos enfermarán. Se estima que entre un 5-10 % de ellos desarrollará PIF.

Es crucial destacar que la mutación se origina dentro del animal, por lo que la enfermedad no se contagia de gato a gato y no hace falta separarlos del resto (caso excepcional en Chipre en 2023 por la aparición de una nueva cepa).

Se sabe que hay dos factores clave para el desarrollo de la PIF: el estrés y la predisposición genética. Vemos muchos gatitos que enferman tras una vacunación, un cambio de casa, una cirugía o la llegada de un nuevo gato.

La gente suele sentirse culpable, pero les digo que no solo el estrés es determinante; muchas líneas genéticas están predispuestas, por eso vemos a hermanos afectados en algunas ocasiones. Algunas razas que se han puesto de moda tienen mayor riesgo, como los British Shorthair.

¿Cuáles son los primeros síntomas que pueden alertar a un tutor de que su gato podría estar desarrollando una PIF?

Desafortunadamente, los síntomas pueden ser poco aparentes al principio.

En las formas llamadas “efusivas”, en las que el gatito acumula líquido en abdomen, vamos a ver un abombamiento progresivo de la barriga. Si lo acumula en el tórax, vamos a ver síntomas de respiración forzosa.

Las formas conocidas como “secas” pueden ser más difíciles de identificar. Podremos ver síntomas neurológicos (el gato anda mal, se cae, convulsiona…), problemas oculares, renales, hepáticos…

En ambos casos podremos tener alteraciones en el crecimiento, fiebre y falta de apetito.

¿Qué tipo de pruebas diagnósticas son necesarias para confirmar un caso de PIF? ¿Es fácil o difícil llegar a un diagnóstico certero?

Lo primero es realizar un examen físico al gato y luego una analítica de sangre completa. La PIF suele dar cambios a nivel analítico. La reseña del paciente (edad, exposición a estrés, proveniencia) y los síntomas deben tenerse en cuenta.

El hecho de que un gato presente serología positiva a coronavirus indica contacto con FCoV, no infección por PIF.

Los casos “efusivos” son relativamente fáciles de diagnosticar: con ecografía o radiografía veremos el acúmulo de líquido y podremos obtener una muestra para citología (identificar el tipo de célula) y realizar una PCR (determinar la existencia de material genético del virus).

Los casos “secos” requieren la visualización de lesiones por ecografía o TAC y la obtención de muestras para realizar la citología y la PCR. Los casos neurológicos a menudo solo presentan lesiones a nivel del sistema nervioso y resultan complicados de diagnosticar.

El diagnóstico certero únicamente se obtiene con técnicas de inmunohistoquímica en biopsias de tejidos afectados que requieren técnicas invasivas (en ellas se observará el virus).

Por suerte, raramente hace falta llevarlas a cabo.

Si no informas al tutor, buscará la información por su cuenta y puede encontrar directrices erróneas

Vicky Vives y Benji superviviente de PIF
Vicky Vives Moyaveterinaria

En los últimos años, han surgido tratamientos que han cambiado el pronóstico de la enfermedad. ¿Podrías explicarnos en qué consisten y cuál es su eficacia?

El uso de los antivirales ha supuesto una revolución en la medicina veterinaria. Su uso y eficacia están avalados y reconocidos por diferentes asociaciones de gran renombre a nivel mundial como la Icatcare (antes conocida por ISFM), el European Advisory Board on Cat Diseases, la American Animal Hospital Association y cientos de universidades que dedican sus esfuerzos a investigar la enfermedad.

Hay publicaciones de guías disponibles para el profesional veterinario.

El tratamiento consiste en el uso del antiviral GS-441524 durante 84 días consecutivos. Los tres meses que siguen al tratamiento se conocen como “periodo de observación” y existe el riesgo de recaída si el virus ha quedado oculto en alguna parte del organismo. Pasado este periodo, el gato se considera curado.

Hasta hace unos pocos años, se encontraba disponible solamente en forma inyectable. Aunque muy eficaz, es un producto doloroso para el animal que además provoca lesiones a nivel cutáneo. Puesto que son los tutores los que deben administrar la medicación, resulta complicado poder cumplir la pauta.

Actualmente, la formulación oral está tomando fuerza por su facilidad de uso e inocuidad.

Los estudios actuales demuestran una tasa de curación global mayor al 80 %.

La tasa de recaída oscila entre 7-10 %.

Las estadísticas de nuestra clínica, por ejemplo, muestran una tasa de curación del 90 % de forma global, pero superior al 95 % si el gato sobrevive la primera semana, y un índice de recaída del 8 %.

La veterinaria Vicky Vives ha asesorado más de 500 casos de PIF y lucha por visibilizar un tratamiento que podría salvar miles de vidas felinas

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ILKER METIN KURSOVA

¿Están estos tratamientos disponibles legalmente en España? ¿Qué retos existen aún a nivel regulatorio?

Los estudios del Dr. Niels Pedersen se hicieron en colaboración con la farmacéutica de medicina humana Gilead, que tiene la patente del Remdesivir, y resultaron prometedores.

Desgraciadamente, con la aparición de la COVID-19 se truncó la posibilidad de seguir avanzando para obtener los permisos para su uso en animales, ya que se prefirió seguir investigando a nivel de especie humana.

Fue entonces cuando farmacéuticas chinas empezaron a comercializar GS-441524 “no aprobado” en el mercado negro, que resultó ser eficaz. En 2021, Australia y el Reino Unido obtuvieron un permiso excepcional —vigente hoy en día— para comercializarlo de forma legal por parte de su Gobierno gracias al laboratorio BOVA.

Es muy importante recalcar que el uso de estos antivirales no está todavía aprobado ni registrado en ninguna agencia del medicamento para uso animal y que la patente sigue retenida, aunque cada vez más países están obteniendo permiso por parte de su Gobierno para que los veterinarios puedan recetarlo a sus pacientes.

Para poner un ejemplo de un país vecino, desde agosto de 2024, los veterinarios franceses pueden recomendar GS-441524 de forma legal.

En España el escenario es frustrante. Se ha contactado múltiples veces a la Agencia de Medicamento explicando la situación y la respuesta siempre ha sido una negativa absoluta a su uso, e incluso veta la importación desde países europeos donde su fabricación es legal y siguen los criterios de buenas prácticas, como Francia o Reino Unido.

Con esta actitud, se está condenando a los gatos a una muerte segura, a menos que los tutores adquieran la medicación en el mercado online “ilegal” y encuentren a un veterinario familiarizado con la enfermedad y su tratamiento que pueda realizarles el seguimiento.

Es mejor tener PIF que cáncer: con tratamiento, la mayoría de los casos tienen buen pronóstico

Vicky Vives y Benji superviviente de PIF
Vicky Vives Moyaveterinaria

¿Qué seguimiento necesitan los gatos que están siendo tratados? ¿Y una vez finalizado el tratamiento?

Lo más importante es contar con un profesional que conozca los protocolos y contar con un buen grupo de apoyo emocional.

Las visitas al veterinario deben realizarse mensualmente durante 6 meses e incluir un examen físico, una analítica general y quizás alguna radiografía o ecografía de control, según el caso.

Los resultados mensuales determinan la evolución de la enfermedad, y hay que estar familiarizado con los cambios esperables para poder ajustar las dosis del tratamiento, o el fracaso es probable.

Recomiendo a mis pacientes un control anual de por vida.

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¿Se puede prevenir la PIF? ¿Qué medidas recomendarías para reducir el riesgo, especialmente en refugios o casas con varios gatos?

Es imposible erradicar al coronavirus entérico de la población felina (recordemos que necesita mutar para poder provocar la PIF). La vacuna tradicional no funciona, aunque se está trabajando en una nueva variedad de vacuna prometedora.

Lo ideal es evitar la superpoblación, pero no siempre es posible porque hay muchos hogares multigato. Esto es especialmente complicado en criaderos, donde las líneas genéticas predispuestas a PIF se concentran, o en refugios para gatos. Hay que mantener una buena higiene de los areneros para minimizar la exposición de coronavirus entérico entre gatos de la misma colectividad.

Lo más importante es mantener a los gatos vacunados contra otras enfermedades, desparasitados, cuidados e intentar minimizar el estrés de la mejor manera posible.

¿Qué mensaje te gustaría transmitir a las personas que reciben este diagnóstico para su gato?

Les diría que es mejor tener PIF que cáncer. Es maravilloso ver obrar el milagro del GS-441524. La mayoría de los casos, cogidos a tiempo, tienen buen pronóstico.

Como profesional de la salud, es demoledor saber que existe una cura que alcanza más allá del 95 % de efectividad, pero no se pueda comercializar en nuestro país.

Todavía hay muchos compañeros que desconocen su existencia o tienen miedo de recomendar los antivirales por miedo a multas o represalias.

Como veterinaria, creo firmemente que nuestro deber es informar a los tutores de su existencia, especialmente porque las redes sociales contienen información al respecto y existen numerosos grupos de apoyo. Si no informas al tutor, va a buscar la información por su cuenta, puede encontrarla en un sitio no fiable, seguir unas directrices erróneas y, además, se va a enfadar contigo por no haberle hablado del tratamiento.

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ILKER METIN KURSOVA

Cada vez hay más veterinarios familiarizados con la PIF, ya sea porque han tratado a sus propios gatos o han hecho seguimiento de los de sus clientes. Si no es el caso, muchos compañeros redirigen a los tutores a redes sociales fiables o los refieren a especialistas en la enfermedad. Al fin y al cabo, es el tutor quien decide y hay que darle todas las opciones posibles, porque sin tratamiento, la enfermedad es 100 % mortal.

Más del 80% de los gatos puede infectarse con coronavirus entérico en algún momento de su vida, pero solo una pequeña parte desarrolla PIF

Vicky Vives y Benji superviviente de PIF
Vicky Vives Moyaveterinaria

Es conmovedor ver cómo las familias se buscan la vida y contactan a otros afectados por la PIF. He visto crearse relaciones increíbles entre ellos que culminan en una lucha completamente altruista para ayudar a los demás.

Puedo explicar mi doble experiencia como cuidadora de mi gato Benji, diagnosticado con PIF en 2020, y como veterinaria.

Benji fue el primer caso que traté y me abrió la esperanza a la curación de la PIF. Tampoco tenía nada que perder, o lo probaba o mi compañero Benji moriría.

Decidí estudiar y estudiar, contactar a grupos de apoyo (el grupo de Facebook de España fue mi salvación), escribir a veterinarios americanos, franceses, ingleses… Creo que jamás he invertido tantas horas de trabajo en mi vida.

Lo más triste de todo es que un mes antes diagnostiqué la enfermedad a un gatito precioso, Bonnie, y no fui capaz de ayudarle por desconocimiento. Nunca me lo he perdonado, pero sé que gracias a él el destino me puso en este camino.

Todo este esfuerzo me ha servido para conocer a gente maravillosa, poder ayudar a los más de 500 gatos que hemos asesorado en nuestra clínica desde 2020 y decir bien alto y en mayúsculas que BENJI SIGUE VIVO y que LA PIF TIENE CURA.

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