La democracia se suicida

Antes del agosto vacacional, el verano nos ha ofrecido muestras furiosas de la nueva era. El cambio climático no es una hipótesis: ya está aquí. Calores de récord, con normalización durante largos días de junio de los 40 grados. Fuegos descontrolados que los técnicos han descrito como de “sexta generación” porque, al factor climático, se suma la urbanización difusa y el abandono del territorio. Son fuegos en los que se normaliza la muerte. El pirocúmulo de 14.000 metros de altura que se elevó sobre la Segarra es a la vez metáfora y ejemplo del nuevo estadio climático que nos avasalla. Días después de las asfixiantes temperaturas y de los fuegos descontrolados, ha llegado la dana, un fenómeno que, si bien formaba parte de las características del clima ibérico, se está repitiendo con insólita frecuencia. Agua repentina y estrepitosa, destrucción arbitraria: calles inundadas, un hospital inservible, dos desaparecidos.

Parecería que los partidos políticos deberían destinar todas las energías a proponer planes y favorecer soluciones a este gran problema que ya tenemos encima. Pero los partidos no tienen tiempo para estas cosas: se están atacando como hienas en el Congreso. Tienen que dedicar enormes energías a lo que consideran su labor principal: que mane sangre de las historias turbias del difunto suegro del presidente o, por el contrario, que se pueda obtener un buen chorro de sangre compensatoria con las miserias del traficante de drogas que hace 30 años compartió la barca con el jefe de la oposición.

No se olvide: la hipertensión ambiental es siempre el prólogo de la respuesta autoritaria

Puesto que los planes que exige el cambio climático sobrepasan las posibilidades de un gobierno, parece claro que es necesario un gran pacto sobre el clima. Es enorme la energía política que se necesita para impulsar un plan de este tipo. Es necesario un consenso técnico, la participación de comunidades, diputaciones, empresarios, sindicatos, organizaciones civiles. Dado que es tan complicado, mejor no hacer nada. Mejor dejar que los alcaldes se las compongan como puedan y si, como ha ocurrido en Vilafranca del Penedès, el destrozo es inefable, lamentarlo mucho en tono circunspecto. Otra cosa que se suele hacer es aguardar un buen patinazo de los gobiernos, como fue el caso de Mazón en Valencia. De esta forma los opositores pueden convertirse, literalmente, en hienas y zamparse los despojos del rival.

No es el clima la única amenaza. Los jóvenes, por ejemplo, tienen dos grandes motivos de malestar: la vivienda y la media de los sueldos de su trabajo, inferior a la media de las jubilaciones. Aunque solo fuera para evitar que los jóvenes acaben, como ya indican las encuestas, en manos de los partidos antisistema tipo Vox o Aliança, los partidarios del sistema democrático vigente deberían dedicar sus energías a impulsar un gran pacto de estado sobre vivienda.

Les Pennes-Mirabeau (France), 08/07/2025.- A wildfire rapidly expands due to strong winds near the city of Marseille, France, 08 July 2025. Local authorities announced flight suspensions at the airport of Marseille Marignane and started evacuating houses near Les Pennes-Mirabeau. Over 160 firefighters, helicopters and emergency vehicles are fighting the flames fanned by winds up to 70 km/h. (incendio forestal, Francia, Marsella) EFE/EPA/PHILIPPE MAGONI

 

PHILIPPE MAGONI / EFE

También el pacto intergeneracional es imprescindible para evitar una guerra de edades que asoma ya en la reclamación, en entornos voxistas, de la reducción de las pensiones. Son este tipo de conflictos los que anhelan los antisistema de la derecha populista. Guerras civiles interiores: sea por edad, sea por cuestiones territoriales como la financiación (que ya acaba de empezar, abanderada por Ayuso), sea por diversidad de orígenes (el señalamiento de los inmigrantes como receptores de ayudas, como causantes de la desaparición de la lengua propia o como gran reemplazo). A las tradicionales divisiones territoriales y de clase, se van añadiendo otras muchas con un tremendo potencial polarizador. No se olvide: la hipertensión política es siempre el prólogo de la respuesta autoritaria.

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